Hoy, domingo de Resurrección, quizás el día más importante para los católicos; un día que ha de ser de júbilo y de esperanza, ya que Cristo venció a la muerte con su resurrección, abriendo así las puertas del Cielo, he de decir que por esas puertas que al Cielo llevan, se ha colado uno de nuestros hermanos y amigos más queridos: nuestro hermano Salvador González “El Lelo”.
Salvador, no sólo nos ha dejado sin palabras a todos los que le conocíamos por su adiós, puesto que nos hemos quedado sin poder despedirnos como se merecía debido al confinamiento que nos acontece a todos. El siempre quedará en nuestra memoria con la autenticidad que desprendía a cada paso que daba y a cada frase que pronunciaba. No quiero pensar ni evaluar, cuánto hemos perdido hoy con su marcha. Quiero pensar que si hay un lugar privilegiado para las grandes personas, él tendrá el mejor de esos lugares, porque supo sembrar amor y simpatía por donde pasó, impregnando a todos de esa grandeza que pocos destilan. Me uno al pesar de sus familiares, que también son los míos, y sin duda mis lágrimas brotarán cuando asimile que se fue para no estar con nosotros jamás.
Le pido a Dios que, las personas como él, hayan servido de ejemplo para los que lo conocimos e hicimos Hermandad bajo el mismo techo y soportando las andas de nuestra Madre La Virgen de la Cabeza, que quiso que en nuestro camino, hubiera un ser de su talla y su valía.
Nadie muere hasta que dejemos de recordarle, nadie fallece del todo mientras que nuestra memoria tenga un hueco para quién se fue. Seguro que el mejor de los lugares de mi memoria será para este hermano al que echaremos mucho de menos, no sólo en nuestros corazones, sino en el día a día de nuestra Hermandad.
A mi amigo Salvador, mi hermano, para que nos espere en el cielo, y cuando lleguemos a él, ondee su estadal para que podamos verle, y así poder darle los abrazos que tanto y tanto le debamos. Siempre estarás con nosotros.
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