A LAS HERMANDADES Y COFRADÍAS DE PASIÓN Y GLORIA DE LA
DIÓCESIS DE MÁLAGA
“UN RETO APASIONANTE”
Queridos hermanos en Cristo:
Hace muy poquito que el Sr. Obispo D. Jesús E. Catalá, hacia
público la designación de mi persona como nuevo Delegado Episcopal de HH. y CC.
de nuestra querida Diócesis de Málaga, agradezco en primer lugar la confianza
que D. Jesús deposita en mí para esta nueva misión pastoral al servicio del
pueblo de Dios, a la vez, agradecer de todo corazón la labor de todos mis
predecesores, como el buen hacer de Hermanos Mayores, miembros de Juntas de
Gobiernos de las Hermandades de Pasión y Gloria, así como la entrega y la fe de
miles de hermanos anónimos que pertenecen a nuestras Asociaciones Publicas de
Fieles y de tantas personas sencillas que invocan al Señor mediante las
distintas expresiones de la religiosidad popular, a todos gracias. También
quiero elevar mi oración al Señor por todos vosotros, por vuestras familias,
parroquias y hermandades para que juntos seamos capaces con su ayuda, y con la
fuerza del Espíritu Santo de ser testigos de la Buena Nueva del Evangelio en
nuestra sociedad actual.
Como muchas veces hemos meditado, el tiempo sagrado de
Cuaresma y Pascua, constituye un tiempo privilegiado para crecer y madurar en
la fe, aspectos que todos necesitamos, pues nuestro amor a Cristo y a la Virgen
requieren en nosotros una constante renovación personal y comunitaria.
Necesitamos con urgencia que nuestra vida este iluminada por la Palabra de
Dios, sólo de esta manera seremos luz en medio de las tinieblas del mundo. Los
años que llevo como sacerdote y al frente de distintas hermandades y cofradías
de pasión y gloria, me dicen que muchísimos, aquí y fuera de aquí, viven una
experiencia pobrísima de la fe, poco formada y mucho menos celebrada y
testimoniada, ellos constituyen los primeros alejados de la fe que tenemos que
evangelizar. Es la gran tarea de la Iglesia, llevar a Cristo al corazón del
hombre. También y gracias a Dios existen muy buenos cofrades inmersos en la
vida de la Iglesia a la que aman y sirven con alegría, ellos son fuente de
alegría y esperanza, aunque nunca debemos bajar la guardia, yo el primero, sino
luchar día a día porque la voluntad de Dios se realice y haga vida en nosotros
y en nuestra queridas hermandades.
No podemos olvidar nunca que la Iglesia existe para
evangelizar (EN 1), ella es sacramento universal de salvación (LG 1) en
palabras del papa Francisco: “la alegría del Evangelio que llena la vida de la
comunidad de los discípulos es una alegría misionera” (EG 21). Es una hermosa
tarea la que Jesús deposita en nuestras manos transmitir a todos sin excepción
la siempre gratificante y vivificadora alegría de Dios, “lo que hemos recibido
gratis, gratis hemos de darlo” (Mt 10, 7-15), el fin de nuestras HH. y CC. es
precisamente este. Es posible que a veces perdamos mucho tiempo, muchas
energías en cosas que son intranscendentes, secundarias e incluso yo diría
terciarias… y se nos olvide lo principal “ser en Cristo y comunicar a Cristo”
con nuestros labios y especialmente con nuestras vidas, en este sentido,
hagamos nuestra la invitación del papa: “Invito a cada cristiano, en cualquier
lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro
personal con Jesucristo o al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar
por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense
que esta invitación no es para él, porque “nadie queda excluido de la alegría
reportada por el Señor”. Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando
alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada
con los brazos abiertos” (EG 3). Recobremos y acrecentemos en nuestras
HH. y CC el fervor y la piedad para que resuene por todas partes la dulce y
confortadora alegría del evangelio de la vida y la misericordia (EG 11).
Las HH. y CC. de Málaga constituyen una riqueza espiritual
para la Iglesia, una plataforma para la evangelización, una historia viva que
ha de seguir avanzando, para ello, se requiere siempre permanecer en un
espíritu de conversión personal y comunitaria en fidelidad al mensaje de Jesús,
hemos de renovar sin la menor duda la vida de nuestras comunidades
parroquiales, movimientos, asociaciones, hermandades…, superando la tentación
del inmovilismos “siempre se ha hecho así”, en este sentido con que fuerza ha
de resonar entre nosotros la invitación de Francisco: “sueño con una opción
misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos,
los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce
adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto preservación”
(EG 27). La pregunta es clara y directa ¿mi cofradía vive intensamente en un
espíritu de renovación o conversión para que brille con intensidad el rostro de
Cristo? Hay estructuras eclesiales según el papa que pueden llegar a
condicionar un dinamismo evangelizador (EG 26), porque más que mostrar el
rostro de Cristo, lo oscurecen llegando incluso a ser motivo de escándalo (GS
19). Sin vida nueva, sin espíritu evangélico, arrastrados por criterios
mundanos y materialistas, sin sentido de pertenencia a la propia Iglesia y de
fidelidad a la propia vocación, a nuestros estatutos y fines prioritarios
tenemos la tentación de vaciar de contenido nuestras hermandades ¿y si la sal
se vuelve sosa, y la luz no alumbra? (Mt 5, 13-16).
Hoy es necesario acometer una impostergable renovación
eclesial, que debe afectar a todas las facetas de nuestra vida y a
nuestras instituciones, es por ello una de las tareas prioritarias en nuestra
querida Diócesis de Málaga. D. Jesús nuestro obispo recientemente a publicado
una Carta Pastoral titulada “Remando Juntos”, carta que todo cofrade debería
conocer y las Juntas de Gobiernos especialmente trabajarla en profundidad junto
con las prioridades pastorales y criterios de la Diócesis. No podemos y lo
sabéis bien ir por libres, francotiradores que no apóstoles, al contrario,
hemos de trabajar en un proyecto común, participes de la única misión de Cristo
de la cual participamos desde el día de nuestro bautismo. Para “remar juntos
mar adentro”, nos dirá D. Jesús: “es necesario que todos lo hagamos en la misma
dirección, uniendo fuerzas de forma coordinada. No es posible avanzar si las
fuerzas se contraponen y se anulan. Esta idea-clave es la que da título a la
presente Carta Pastoral. No debemos remar en contra del viento; hemos de
dejarnos llevar por la fuerza del Espíritu Santo que sopla en las velas de la
Iglesia, conduciéndola a su destino, cruzando altos mares, en ocasiones
agitados y tenebrosos. No debemos remar dando vueltas en el mismo lugar, en
torno a nosotros mismos, como si fuéramos el punto de referencias. El papa
Francisco nos anima a abandonar la “auto referencialidad”. Tampoco debemos
remar sin avanzar, alejándonos del objetivo y perdiendo el rumbo. Nuestro punto
de referencia es Cristo, a quien hemos de contemplar, confiar en él y aceptarlo
como Señor y Maestro nuestro” (Remando Juntos 5).
Nuestras HH. y CC. han de vivir con verdadera alegría
integradas en la parroquia a la que pertenecen como la expresión más visible e
inmediata de la Iglesia, comunidad de comunidades, ámbito para seguir creciendo
en la fe, escuela de caridad, oración, formación y de servicio a los más
pobres, lugar donde se irradia el evangelio para los de dentro y para los de
fuera. La parroquia nos hace hermanos. D. Jesús nos insiste a todos “participar
en la parroquia y a través de ella, en la pastoral diocesana, permite evitar
que los diversos agentes se queden solo con una parte del Evangelio y de la
Iglesia, o que se conviertan en nómadas sin raíces” (ibídem 19).
En esta próxima pascua pidámosle al Señor que renueve en
nosotros el ser Evangelizadores con Espíritu, hombres y mujeres abiertos sin
temor al Espíritu Santo, HH. y CC. contemplativas en el mundo, es decir
profundamente orantes con vivencia de los sacramentos y comprometidos con la realidad,
sembradores de esperanza pues no es lo mismo tratar de construir un mundo nuevo
con su Evangelio que hacerlo desde nuestros programas, a veces donde los
criterios son más mundanos que evangélicos y si solo contamos con nuestras
débiles fuerzas pronto nos cansamos, sin embargo si vivimos unidos a Jesús,
buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama. En definitiva, si lo que
buscamos es la gloria del Padre; vivimos y actuamos “para alabanza de su
gloria” (Ef 1,6). Si queremos entregarnos a fondo y con constancia, tenemos que
ir más allá de cualquier otra motivación. Éste es el móvil definitivo, el más
profundo, el más grande, la razón y el sentido final de todo lo demás.
Queridos cofrades, invoquemos a Santa María de la Victoria,
Patrona de nuestra bendita Diócesis, entremos en su escuela para aprender de
sus labios y de su corazón, pues cuanto más estemos consagrados a Ella más lo
estaremos a su Hijo y a su Reino. En palabras de Francisco sucesor de Pedro: “a
la Madre del Evangelio viviente le pedimos que interceda para que esta
invitación a una nueva etapa evangelizadora sea acogida por toda la comunidad
eclesial” (EG 287). Un reto apasionante, vivámoslo con verdadero deseo de
entrega.
Manuel Ángel Santiago Gutiérrez
Delegado Episcopal de Hermandades y Cofradías
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