Alfredo
Ybarra
Hace
unos días un amigo preguntaba por la ermita del Rosario, en las inmediaciones
del Santuario del Cabezo. Algo le dije, lo poquito que sé. Pero la pregunta me
hizo recordar algunas visitas que hice a lo que ya eran sus restos hace
bastantes años. Siempre que subía al Santuario y tenía oportunidad, me acercaba
hasta su emplazamiento. Me gustaba contemplar la perspectiva del Cerro y su
entorno desde allí, sentarme en aquella piedra del Ermitaño y novelar en mi
mente mil historias de las que probablemente muchas fueron ciertas, de obispos,
eremitas, caballeros de las órdenes de caballería,…, encomendados para dar
carácter mariológico y sellar mitos sagrados en esos terrenos mágicos del peñón
junto al Jándula. Por cierto, la historia y claro está, las leyendas, de las
ermitas salpicadas por los distintos caminos que llevan al Santuario (ahí queda
la reposición de la San Ginés, gracias a la peña Peregrinos del Alba, como hito
en el camino; y antes, el jalón de san Mancio o San Amancio)y por toda la
serranía dan mucho juego para sentarse
al calor y a la luz de la lumbre y mover y recrear nuestra ensoñación y
nuestro conocimiento. Hablando concretamente de la ermita del Rosario, hoy,
como digo está prácticamente borrada de la vista, fue
construida por Alonso de Rojas Toboso, presbítero natural de Bujalance, bajo
licencia del obispo de Jaén Sancho Dávila concedida el 5 de mayo de 1612, no se
sabe si podría haberse erigido sobre algún otro lugar de tipo hierático o
mitológico. En dicha licencia se cuenta que estaba movido por su devoción y por
“el mejor servicio de Dios nuestro Señor desea y pretende edificar, a su costa,
un ermita en el Cerro de Ntra. Sra. de de la Cabeza y poner en ella un altar
con el fin de que pueda decir misa y celebrar divinos oficios en dicha ermita”.
En julio de
1612 Alonso de Rojas hace donación al Santuario de la ermita en la que había
una imagen de Ntra. Sra. del Rosario, que se traslada al Santuario en su fiesta
y en el día de la Candelaria. Asimismo el presbítero solía retirarse en
Cuaresma y Adviento para hacer penitencia a la ermita. Llegaron otros ascetas
al lugar en determinados momentos, y finalmente, y ante la falta de presencia
de éstos, y sin culto, fue deteriorándose quedando durante años unas ruinas que
eran visitadas por esencialistas de la historia del Santuario, hasta que el paso de los terrenos a otra propiedad, y
la propia dinámica del tiempo ha ido dejando en casi un total olvido aquella
ermita. Son cosas que no deberíamos dejar en el olvido. Pasa como esas fuentes
y alcubillas, que tanto significaban para el trasiego de la sierra. El Parque
Natural, ahora quiere recuperar algunas de ellas para en su momento ponerlas en
valor.
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