Adiós
a José María
Alfredo
Ybarra.
No,
no quiero hacerlo fácil, no quiero escribir con los cómodos recursos al uso un
obituario que, para quien tiene cierto bagaje
en las tareas escribir o ejercer
de cronista, sale efectivo, con fórmulas manidas, y con un despliegue de
tópicas alabanzas hacia el difunto que dejan un artículo medianamente conmovible.
Los medios de comunicación y redes sociales han dejado en estos dós últimos
días, una magnífica demostración de lo que José María González Jiménez ha sido
y representado en Andújar y en universo que rodea la devoción a la Virgen de la
Cabeza. Elocuente y emotiva en grado
superior fue la despedida durante el funeral de entierro, donde multitud de
vecinos, autoridades, representantes de la sociedad iliturgitana y devotos de
la Morenita dieron testimonio del afecto hacia la persona y hacia el personaje.
Comencé a conocer mejor a José María hace muchos años, cuando desde la Peña de
los Peregrinos me vinculó a ella como pregonero, articulista y como autor de
unos versos que están en bronce a los pies del monumento al Peregrino. Precisamente
fue uno de los generadores de esos
grupos apiñados de romeros que decidieron valorar, aglutinar, y promover ese
maravilloso sentido peregrino de la fe a través de la primitiva senda que
conduce al Cabezo. Luego tuvimos ocasión de colaborar en muchas ocasiones,
siendo él copromotor de la peña Rincón del Arte, fiscal y vicepresidente de la
Cofradía Matriz y luego ya como presidente de la misma. Como amigos, como presidente
de la Cofradía él y yo de la Junta Rectora del Parque Natural, donde la
Basílica y Santuario de la patrona de la diócesis está enclavada, hemos podido
hablar en muchas ocasiones y donde he podido valorar sobradamente su andujanía,
su inmensa devoción a la Morenita, su sencillez, cordialidad y entusiasmo por
la Cofradía Matriz. Recuerdo varias ocasiones en que lo he visto, teniendo el
cargo de la presidencia cofrade, ser el primero en los trabajos más difíciles y
apurados. Noble y fiel a las instituciones que ha representado o de las que ha
dependido, José María ha significado un punto de inflexión en el devenir de la
Cofradía Matriz, siendo pieza clave en la transición estatutaria de la
misma. Sabía que tenía ahora unos nuevos
retos en su labor, fundamentales para darle a la caza alcance. Pero esa
labor de hilar fino y saber deslindar,
se la ha dejado a otros, porque él ya debía estar en el Camarín Celeste,
repleto de gracia. Porque se va henchido de Dios, en la asunción infinita de la
Virgen de la Cabeza. Nos deja su luz, eternamente ya, alumbrando el camino de
un siempre abri,l cohetero, con su “tan, ta ran tan” eterno, y, ese viva, que hoy yo no grito, porque dejo
que José María nos lo pronuncie dentro.
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