Alfredo Ybarra
El próximo domingo viviremos una de las romerías devocionales más significativas de cuántas existen, que va a llegar a su culminación anual en el Santuario, ahora ya Basílica, del Cabezo, inmerso en otro templo impar de la naturaleza, como es el Parque Natural Sierra de Andújar. Me refiero a la romería de la Virgen de la Cabeza, que tras una semana ya de intensísimo torbellino de actos, llega a su cenit.
El próximo domingo viviremos una de las romerías devocionales más significativas de cuántas existen, que va a llegar a su culminación anual en el Santuario, ahora ya Basílica, del Cabezo, inmerso en otro templo impar de la naturaleza, como es el Parque Natural Sierra de Andújar. Me refiero a la romería de la Virgen de la Cabeza, que tras una semana ya de intensísimo torbellino de actos, llega a su cenit.
La literatura costumbrista, los acontecimientos allí sucedidos a raíz de la guerra civil, que nada tiene que ver con la fiesta primaveral romera, y ciertos ombliguismos predominantes, no han hecho mucho favor a la contemplación de la auténtica esencia del fenómeno que hoy les comento; no han dejado ver en toda su grandeza el esplendor social, cultural, artístico y espiritual que envuelve esta manifestación teológica y antropológica.
Sería absurdo en unas líneas explicar cómo de la noche a la mañana una revelación mariana de frontera, en principio como tantas otras, se vuelve multitudinaria y poco a poco alcanza límites de un universal reconocimiento y una gigantesca expansión de su devoción a límites extremos.
La intervención de inmediato en su desarrollo directamente de la cabeza de la Iglesia española e incluso del papado. Cómo Cervantes o Lope, entre otros egregios personajes, participan en esta fiesta y la resaltan en sus escritos en este caso; cómo Felipe II, por ejemplo, considera la devoción y romería de la Virgen de la Cabeza, como un epicentro de regeneración espiritual.
Y sobre todo eso, esa universalidad, esos cientos de miles de romeros que pasan por el Cabezo a lo largo del año, y, ahora, otra multitud se concentra en estos días en esa gran fiesta primaveral y renovadora, para celebrar la vida y ese dar a la caza alcance, que tanto anhelamos, a través de ese símbolo, ese mysterium tremendum, que es la Virgen de la Cabeza.
Estamos ante una fiesta que lejos de resolverse en superficialidades exteriores, responde a profundas y depuradas exigencias, y constituye una celebración rica en símbolos, en fantasía creadora y en teología narrativa. Pero en el epicentro de esta devoción creo entrever un excesivo localismo, una luz corta que no ha ayudado mucho a contextualizar el grandioso tesoro y sus miles de posibilidades de aprovechamiento en el desarrollo social, cultural, económico, vital y anímico de sus entornos, a todos los niveles. Y ahí está el reto poner la luz larga.
Aprovechar la gran solera, y, avanzar de acuerdo a los nuevos tiempos, poniéndose al día. La Romería es la explosión de una solidaridad profunda, la recuperación de una conciencia colectiva y de trabajar por una convivencia humana distinta. La Romería constituye una revancha de la fantasía sobre la rutina cotidiana de la vida. A la par exige componer un nuevo marco, con miras más altas, con equilibrios en los aspectos de la romería, si no, se desequilibra.
En definitiva nos pide un proyecto de regeneración. Así podremos vivir la fiesta conmoviéndonos auténticamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario