se situaba en la muralla de la Puerta de la Mar,
hasta que en el siglo XIX se derribó dicha fortificación.
JOSELE-LANZA
*La colocación de estas imágenes católicas no es casual, pues se sitúan en las entradas de las vetustas murallas
*Una docena de hornacinas de santos y vírgenes jalonan el casco antiguo
En la antigüedad, las civilizaciones se encargaban de fortificar sus ciudades para protegerse de los enemigos pero, para los marbellíes que en su época vivían al amparo de las murallas de la ciudad, la robusta protección de piedras que les rodeaba no era suficiente. Necesitaban de algo que tranquilizara su espíritu. Por ello, ciudadanos y mandatarios se encargaron de bendecir las entradas del recinto amurallado con hornacinas de santos y vírgenes de devoción popular. Una huella de la fe católica que tras la Reconquista predominaba entre la población y que, a día de hoy, mantiene una docena de estas imágenes entre las calles del casco histórico de la ciudad como uno de sus principales símbolos.
La colocación de estas hornacinas no es casual, pues se sitúan en las distintas puertas de entrada a la ciudad, por lo que además son una buena señal para conocer la extensión de una fortificación invadida hoy por los edificios. Hacer una ruta siguiendo las distintas imágenes católicas es hacerlo por la historia de Marbella.
Comenzando por la calle Huerta Chica, cuyos edificios están construidos al respaldo de los muros de la ciudad -todavía visibles tras las fachadas de las viviendas-, aparece el Cristo de la Vera Cruz que da la bienvenida a unas de las entradas de Marbella. Una vez atravesada la Puerta de Ronda, que contaba con un puente levadizo, destaca la hornacina del Sagrado Corazón de Jesús, lugar ante el que se paraban a rezar y donde se santiguaban los ciudadanos antes de partir a un viaje. Una devoción que hoy en día sigue viva.
«Todavía hoy es frecuente encontrar personas rezando ante esta imagen, que se colocó aquí con la clara intención de sacralizar la entrada y salida de las personas. Arquitectónicamente, es la más importante del casco antiguo», explica el historiador Francisco Moreno, miembro de la asociación por la defensa del patrimonio histórico Cilniana y vocal de la comisión gestora.
Puerta de Ronda
Al girar a la izquierda por la Puerta de Ronda, un estrecho callejón se adentra hasta el corazón de la ciudad. Se trata de la calle Virgen de los Remedios, que desemboca en la calle Virgen de los Dolores, vías que también se impregnaron de la advocación católica. En la esquina entre ambas calles -lugar donde se unía la muralla con la alcazaba- , se encuentra la hornacina de la Virgen de los Dolores. Sin duda, una de las estampas más inmortalizadas del casco antiguo. «La talla de esta virgen se apoya sobre un balcón original del siglo XVII. A excepción de esta que se encuentra en un lugar alto, todas las demás deben contar por ley con rejas de protección integral como monumento de la ciudad que son», sostiene Moreno.
La entrada a la Alcazaba de Marbella también contaba con dicha protección divina. En las antiguas rampas de entrada para caballos, hoy en día convertidas en escaleras, una cruz recibía a los que se adentraban en el castillo. En la actualidad, la parte sur de dicha fortaleza está ocupada por un barrio construido en el siglo XVI. Casas cuyos cimientos se mezclan con los restos de civilizaciones anteriores. Quien siguiera esta ruta, podría salir de la alcazaba hacia la calle Practicante Manuel Cantos y encontrar, incrustada en la muralla, una hornacina de un Cristo Nazareno. Una salida que bien podría escenificar la popular expresión que se usaba en la época: «Vaya usted con Dios».
La principal entrada a la ciudad era la que comunicaba con la capital: La Puerta de Málaga. Al atravesarla, un entramado de calles angostas conducían hacia la fortaleza, con una anchura que impedía el paso de la maquinaria de asalto. Esa misma estrechez es la que hace imposible no reparar en otra talla de la Virgen de la Inmaculada en cuyos pies se posa una pequeña pila que, años atrás contenía agua bendita.
A pies del Mediterráneo
La tercera y última apertura de las murallas era la Puerta de la Mar, situada en la actual avenida Ramón y Cajal, lugar hasta donde llegaba el agua del Mediterráneo. Incrustada en la puerta y cerrando el círculo de protección divina, se encontraba la Virgen de la Cabeza. «Cuando en el siglo XIX los restos de la muralla impedían la expansión urbana, las autoridades locales decidieron derribar esta entrada y, para que la Virgen no cayera con ella, un vecino pidió instalarle una hornacina en la fachada de su casa, situada a sólo unos metros en la misma calle Enrique del Castillo», narra el miembro de Cilniana. Según Moreno, todos los indicios apuntan a que esta talla proviene de tiempos de la Reconquista, cuando los Reyes Católicos sacralizaban todas las ciudades y llevaban consigo a sus propios santos.
«Aunque no se conoce a ciencia cierta por la escasez de documentos que lo atestigüen, se cree que algunas de estas hornacinas provienen de la época de la Reconquista. Por otra parte, también era habitual que los vecinos colocaran en sus fachadas las imágenes en las que más creían. La única hornacina oficial del casco antiguo es la que se encuentra en el Ayuntamiento», argumenta.
Este rico patrimonio, que para unos es objeto de devoción religiosa y, para otros, monumentos que embellecen las calles de Marbella, necesita ser apoyada. «Desde Cilniana reivindicamos que se preserven las hornacinas y se pongan en valor, como un atractivo más de la ciudad y de nuestra historia. Sería muy bueno que se colocaran paneles con información al pie de cada imagen, porque son monumentos que afortunadamente se conservan desde hace bastantes años y sirven para dar sentido a nuestras calles», solicita convencido Moreno. Visto desde cualquier perspectiva, no cabe duda de que el carácter principal de las murallas y el castillo que se asentaba en la antigua 'Marballa' era defensivo, algo que se mantuvo durante mucho tiempo y fue aprovechado, de distintas formas, hasta el siglo XIX.
La fortificación, que fue construida entre los siglos IX y X, se enmarcaba dentro del Plan Urbanístico de Protección que el Califato de Córdoba planteó para la costa malagueña. Los cristianos que siglos después expulsaron a los musulmanes de dicha construcción, supieron valorar la importancia de este baluarte y lo hicieron suyo, adaptándolo a sus costumbres y tradiciones.
En las afueras
La importancia de las imágenes religiosas también era evidente de murallas para afuera, ya que en los extrarradios de la ciudad existían ermitas privadas que pertenecían a las familias más pudientes, que podían permitirse contar con este tipo de templos.
Por otra parte, y para que los viajeros no se sintieran desamparados en sus largos recorridos, muchas veces por tierras desconocidas, era costumbre colocar cruces católicas en los caminos o en los cruces de éstos. De esta manera, la sociedad de la época no extrañaba unas imágenes que, como se puede comprobar hoy en día en las calles del casco antiguo de Marbella, estaban muy presentes en su vida diaria.
PARA NO PERDERSE
Cristo de la Vera Cruz.
Se sitúa en la calle Huerta Chica,
en el camino que comunicaba con una de las puertas de la ciudad.
Sagrado Corazón.
Una de las hornacinas que cuenta con más devoción está en la calle Cruz.
Virgen de los Dolores.
Se sitúa sobre un balcón del siglo XVII, en una calle que lleva su nombre.
Cristo Nazareno.
Incrustada en la muralla, la hornacina está en la calle Practicante Manuel Cantos.
Virgen de la Inmaculada.
En la estrecha calle Pelleja, cuenta con una pila para agua bendita.
Virgen de la Cabeza.
De tiempos de la Reconquista, se puede ver en la Plaza África.
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