CARTA PASTORAL DEL SR. OBISPO DE JAÉN SOBRE LA JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
El próximo día 25 de abril, IV Domingo de Pascua, llamado del “Buen Pastor”, celebra la Iglesia la Jornada anual de oración en favor de las “vocaciones específicas de consagración y sacerdotales” y por las “vocaciones nativas”.
La Diócesis de Jaén celebra también, en la misma fecha, la Fiesta anual en honor de su Madre y Patrona, la Santísima Virgen de la Cabeza, con la clausura, ese mismo día, del Año Jubilar que con tantos frutos hemos venido celebrando desde su apertura en Andújar, el pasado mes de abril de hace un año.
1. Iglesia en oración por las vocaciones
El Pueblo de Dios centra su mirada y ora a Dios, en esta jornada, por las vocaciones consagradas: Ministerios ordenados (presbíteros y diáconos); vida religiosa en todas sus formas (contemplativos, de vida apostólica, masculinos y femeninas); sociedades de vida apostólica; institutos seculares; vida misionera en el sentido concreto de la misión “ad gentes”.
La jornada constituye, en realidad, un testimonio público de la Iglesia en oración para apoyar y responder al mandato del Señor: “Rogad al Dueño de la mies que envíe operarios a su mies.” (Mt 9. 38; Lc 10, 2).
Nuestra Iglesia abre sus brazos mucho más allá de su geografía y por eso, desde su vocación misionera, tiene hoy también muy especialmente presentes a las Vocaciones Nativas, como respuesta generosa a la jornada anual aprobada para toda la Iglesia, sobre todo en apoyo de los Seminarios y Noviciados tan necesitados en territorios de misión.
Es un día para el reconocimiento agradecido de la comunidad eclesial a cuantos han respondido ya a la llamada del Señor al ministerio sacerdotal y vida consagrada para que continúen su total entrega al Señor con generosidad, fidelidad y de súplica por las vocaciones nativas en otros continentes.
2. Su testimonio suscita nuevas vocaciones
Éste es el Mensaje Pontificio para esta ocasión, en sintonía con el Año sacerdotal que estamos celebrando.
Es cierto que la vocación dependerá siempre de la acción gratuita de Dios, pero se sirve también, ordinariamente, del testimonio de los sacerdotes y consagrados, siempre que su testimonio sea transparente, generoso, alegre, ejemplar. Urge siempre, por eso mismo, el testimonio de los que dieron su “sí” incondicional al Señor.
El Mensaje destaca y desarrolla tres aspectos de este testimonio:
a) La profunda amistad con Cristo, esto es, permanecer en su amor y aprender a estar con Él, en comunión y diálogo incesante.
b) El don total de sí mismo a Dios, de donde brota la capacidad de entrega plena, continua y fiel a los hermanos, con los que va de camino, con el fin de que se abran al encuentro con Cristo y a su Palabra.
c) Vivir la comunión. Sólo por el amor que tengamos los unos a los otros conocerán que somos discípulos de Jesucristo (cf. Jn 13, 35). El sacerdote y el consagrado deben transmitir en sí mismos la santidad de Dios y siempre ayudar a que se superen divisiones, rupturas, incomprensiones y estar en todo momento dispuestos a perdonar las ofensas.
3. Comunidades vocacionales
El fomento y cuidado de las vocaciones sacerdotales y de consagración no es un asunto exclusivo del Obispo, sacerdotes y consagrados. Es toda la Iglesia, cada comunidad de cristianos, quien tiene esta misión por ser misionera en su conjunto y en cada uno de sus miembros.
Para remontar la presente crisis vocacional en nuestro entorno, estoy convencido de que, una de las claves radica en que las familias, parroquias y demás comunidades de cristianos sean conscientes de ello y busquen los medios adecuados. Destacaría, entre otros, los siguientes:
a) Proponer con decisión y audacia la vocación religiosa o sacerdotal a los jóvenes y menos jóvenes, para que descubran el don y riqueza que supone al creyente entregar la vida al Señor con sencillez y plena disponibilidad.
b) Dar un fuerte impulso a la pastoral de infancia, adolescencia y juventud, a todos los niveles, proponiéndoles la pregunta sobre el sentido de su propia existencia y otros semejantes, lo que supone la riqueza de la respuesta valiente del cristiano y la donación incondicional de nuestras vidas al servicio del Evangelio…
c) Instituir un día a la semana o mensual para pedir con insistencia y confianza ante el Señor estas vocaciones para su Iglesia, ante el Santísimo Sacramento.
4. Ante la Patrona de la Diócesis de Jaén
Coincide esta jornada, como he dicho antes, con la Fiesta anual de la Santísima Virgen de la Cabeza y clausura del Año Jubilar en su honor.
A ella encomendaremos de forma especial los gérmenes vocacionales que el Señor ha sembrado en los jóvenes bautizados de nuestra Iglesia diocesana.
Tierra de santos y de mártires, árbol frondoso que ha dado tantos frutos, estamos seguros de que a las nuevas generaciones de cristianos no les faltará generosidad para tomar con fuerza y decisión la antorcha del Evangelio de Jesucristo y ser sus testigos, como lo fueron sus padres y antepasados.
Agradecemos también a nuestra Madre y Patrona los incontables favores y gracias obtenidas del Señor para esta Iglesia a lo largo del año jubilar que clausuramos.
Gracias a nuestro Santo Padre Benedicto XVI, por esta concesión jubilar y título de la Rosa de Oro en su honor; gracias a cuantos han hecho posible sus celebraciones: Comunidad de Padres Trinitarios, Comisión diocesana, Cofradía Matriz y filiales, Parroquias, Autoridades… Mil gracias a todos y que Dios se lo pague.
Con mi saludo agradecido en el Señor,
+ RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ
OBISPO DE JAÉN
El próximo día 25 de abril, IV Domingo de Pascua, llamado del “Buen Pastor”, celebra la Iglesia la Jornada anual de oración en favor de las “vocaciones específicas de consagración y sacerdotales” y por las “vocaciones nativas”.
La Diócesis de Jaén celebra también, en la misma fecha, la Fiesta anual en honor de su Madre y Patrona, la Santísima Virgen de la Cabeza, con la clausura, ese mismo día, del Año Jubilar que con tantos frutos hemos venido celebrando desde su apertura en Andújar, el pasado mes de abril de hace un año.
1. Iglesia en oración por las vocaciones
El Pueblo de Dios centra su mirada y ora a Dios, en esta jornada, por las vocaciones consagradas: Ministerios ordenados (presbíteros y diáconos); vida religiosa en todas sus formas (contemplativos, de vida apostólica, masculinos y femeninas); sociedades de vida apostólica; institutos seculares; vida misionera en el sentido concreto de la misión “ad gentes”.
La jornada constituye, en realidad, un testimonio público de la Iglesia en oración para apoyar y responder al mandato del Señor: “Rogad al Dueño de la mies que envíe operarios a su mies.” (Mt 9. 38; Lc 10, 2).
Nuestra Iglesia abre sus brazos mucho más allá de su geografía y por eso, desde su vocación misionera, tiene hoy también muy especialmente presentes a las Vocaciones Nativas, como respuesta generosa a la jornada anual aprobada para toda la Iglesia, sobre todo en apoyo de los Seminarios y Noviciados tan necesitados en territorios de misión.
Es un día para el reconocimiento agradecido de la comunidad eclesial a cuantos han respondido ya a la llamada del Señor al ministerio sacerdotal y vida consagrada para que continúen su total entrega al Señor con generosidad, fidelidad y de súplica por las vocaciones nativas en otros continentes.
2. Su testimonio suscita nuevas vocaciones
Éste es el Mensaje Pontificio para esta ocasión, en sintonía con el Año sacerdotal que estamos celebrando.
Es cierto que la vocación dependerá siempre de la acción gratuita de Dios, pero se sirve también, ordinariamente, del testimonio de los sacerdotes y consagrados, siempre que su testimonio sea transparente, generoso, alegre, ejemplar. Urge siempre, por eso mismo, el testimonio de los que dieron su “sí” incondicional al Señor.
El Mensaje destaca y desarrolla tres aspectos de este testimonio:
a) La profunda amistad con Cristo, esto es, permanecer en su amor y aprender a estar con Él, en comunión y diálogo incesante.
b) El don total de sí mismo a Dios, de donde brota la capacidad de entrega plena, continua y fiel a los hermanos, con los que va de camino, con el fin de que se abran al encuentro con Cristo y a su Palabra.
c) Vivir la comunión. Sólo por el amor que tengamos los unos a los otros conocerán que somos discípulos de Jesucristo (cf. Jn 13, 35). El sacerdote y el consagrado deben transmitir en sí mismos la santidad de Dios y siempre ayudar a que se superen divisiones, rupturas, incomprensiones y estar en todo momento dispuestos a perdonar las ofensas.
3. Comunidades vocacionales
El fomento y cuidado de las vocaciones sacerdotales y de consagración no es un asunto exclusivo del Obispo, sacerdotes y consagrados. Es toda la Iglesia, cada comunidad de cristianos, quien tiene esta misión por ser misionera en su conjunto y en cada uno de sus miembros.
Para remontar la presente crisis vocacional en nuestro entorno, estoy convencido de que, una de las claves radica en que las familias, parroquias y demás comunidades de cristianos sean conscientes de ello y busquen los medios adecuados. Destacaría, entre otros, los siguientes:
a) Proponer con decisión y audacia la vocación religiosa o sacerdotal a los jóvenes y menos jóvenes, para que descubran el don y riqueza que supone al creyente entregar la vida al Señor con sencillez y plena disponibilidad.
b) Dar un fuerte impulso a la pastoral de infancia, adolescencia y juventud, a todos los niveles, proponiéndoles la pregunta sobre el sentido de su propia existencia y otros semejantes, lo que supone la riqueza de la respuesta valiente del cristiano y la donación incondicional de nuestras vidas al servicio del Evangelio…
c) Instituir un día a la semana o mensual para pedir con insistencia y confianza ante el Señor estas vocaciones para su Iglesia, ante el Santísimo Sacramento.
4. Ante la Patrona de la Diócesis de Jaén
Coincide esta jornada, como he dicho antes, con la Fiesta anual de la Santísima Virgen de la Cabeza y clausura del Año Jubilar en su honor.
A ella encomendaremos de forma especial los gérmenes vocacionales que el Señor ha sembrado en los jóvenes bautizados de nuestra Iglesia diocesana.
Tierra de santos y de mártires, árbol frondoso que ha dado tantos frutos, estamos seguros de que a las nuevas generaciones de cristianos no les faltará generosidad para tomar con fuerza y decisión la antorcha del Evangelio de Jesucristo y ser sus testigos, como lo fueron sus padres y antepasados.
Agradecemos también a nuestra Madre y Patrona los incontables favores y gracias obtenidas del Señor para esta Iglesia a lo largo del año jubilar que clausuramos.
Gracias a nuestro Santo Padre Benedicto XVI, por esta concesión jubilar y título de la Rosa de Oro en su honor; gracias a cuantos han hecho posible sus celebraciones: Comunidad de Padres Trinitarios, Comisión diocesana, Cofradía Matriz y filiales, Parroquias, Autoridades… Mil gracias a todos y que Dios se lo pague.
Con mi saludo agradecido en el Señor,
+ RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ
OBISPO DE JAÉN
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