El avance de las tecnologías provoca el cierre del último palomar militar de España, después de siglo y medio de romántica historia
Un sencillo y corto acto sólo para militares acabó ayer de golpe y porrazo con siglo y medio de historia.
Fue en Pozuelo de Alarcón (Madrid), donde tiene su base el Regimiento de Transmisiones 22. Un coronel del Ejército pronunció las palabras de despedida, agradeciendo el servicio prestado y recordando que las nuevas tecnologías están invadiendo el mercado.
Las palomas ya no son lo que eran. Los cinco integrantes de la ya desaparecida Sección Colombófila del Ejército de Tierra soltaron las 300 aves mensajeras que entrenan y miman, alguno de ellos desde hace once años, y éstas, obedientes y disciplinadas como un soldado más, volaron juntas a casa, al palomar militar de El Pardo.
La última misión.
Hoy serán entregadas definitivamente a la Federación Española de esta disciplina. La noticia que se adelantó el pasado diciembre, finalmente se ha hecho realidad sin ningún tipo de publicidad ni de aviso previo.
El Ejército español, inmerso en un proceso de remodelación, tiene palomas mensajeras desde 1879, cuando creó su primer palomar central en Guadalajara.
En 1920 se trasladó a su sede actual de El Pardo, en Madrid. De éste dependían otros secundarios diseminados por todo el país que han ido desapareciendo paulatinamente, hasta hace un par de años, cuando cerró el penúltimo que quedaba, el de Sevilla.
Alguien podría pensar que es mal augurio esto de que el Ejército jubile a sus palomas. O a los superiores no le gustan las plumas o corren malos tiempos para el romanticismo. Los responsables de la Sección Colombófila, que ya esperan nuevo destino, reconocen su pena por esta clausura. Dicen no entender que, pese a los continuos avances tecnológicos, el Ejército no tenga hueco para cinco militares y 300 pájaros. Porque están convencidos de que, en caso de destrucción total de las comunicaciones, la única manera de enviar mensajes sería en las patas de esos animales.
Además, destacaban la labor de 'captación' que realizaban en muchos colegios, donde los niños veían así una de las pocas caras amables del Ejército, alejada de tanques y bombas. La número 46.415
Ayer, sin embargo, no hubo declaraciones. Y no habrá más palomas condecoradas, como la 46.415 que reposa disecada en el Museo del Ejército. Corría 1937, en plena Guerra Civil. 200 guardias civiles sublevados estaban sitiados en el Santuario de la Virgen de la Cabeza, en Jaén, junto a 1.200 personas.
Aguantaron 256 días el asedio de los republicanos gracias a las palomas que les conectaban con el Gobierno Militar de Córdoba y suministraban información sobre cómo hacerles llegar alimentos. La 46.415 fue herida de bala y cayó. Arrastrándose llegó a su destino, entregó el mensaje y murió. Si hoy levantara la cabeza...