La inauguración de la Hospedería del Santuario de la Virgen de la Cabeza no debe de pasar como un acto baladí, como algo noticioso en el panorama informativo local, pero que ya está, sí hablamos de los mass media o conjunto de los medios de comunicación, que dan prácticamente el compás de la actualidad de una ciudad. Ha pasado la noticia y a otra cosa mariposa. En este caso hay ciertos cuestionamientos que debieran de hacernos pensar y sentir la noticia muy viva, como un pálpito que nos movilizara entras muchas direcciones en cuanto a nuestra ciudad. Los observadores de verdad de la realidad local saben de lo que hablo, del parón al que está sometida Andújar en muchas cuestiones mientras vuelan las flechas inmisericordes del maniqueísmo más carpetobetónico; qué sordo laberinto donde se habla y habla y casi nadie construye con la argamasa del bien común, y también, del sentido común, juntando fuerzas para que la ciudad se recomponga y unos cuantos proyectos sustenten un futuro verdaderamente prometedor. La tozudez rencorosa campea por el solar iliturgitano de los poderes. Y mientras el antiguo Parador de Turismo era una ruina impresentable que todo el mundo reconocía como la peor imagen que se puede dar, aunque acometer la reconstrucción ya era otro cantar; los padres trinitarios se remangan el hábito consiguen con insistencia y llamando a mil puertas unir voluntades y miradas y logran la cesión por parte del Ayuntamiento de las ruinas. Piden apoyos, se mueven con ganas, como hay que hacer las cosas, con ímpetu, con entusiasmo, con brío, con valor, con espíritu –cómo no-, con vehemencia, con resolución, consiguen apoyos de la Junta de Andalucía, de fondos de la Unión Europea, de amigos, de empresas, se su consejo parroquial, de algunas cofradías de la Morenita. Un hombre, el rector del santuario, el Padre Domingo Conesa, con el apoyo de su orden y del provincial de ésta, Antonio Jimenez, se convierte en el paradigma del esfuerzo y arrojo que se necesitan para emprender y llevar a cabo grandes proyectos, no para de ir a mil despachos y con insistencia resolver permisos y burocracias, aún a costa en muchos momentos de su salud. Lo que falta, el dinero que falta, lo pone la Orden Trinitaria. Y ahí está la Hospedería del Santuario, que en tiempo record es una magnífica realidad, donde todos sus componentes son referencia de excelencia en cada género. Ahí está, un emblema enjundioso en pleno corazón del Parque Natural y junto a uno de los santuarios con más pujanza e historia de España. ¿Alguien se queda con la copla?
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